Educación emocional en la Escuela de Padres

Reunidos en un aula del colegio y liderados por Raquel y María, dos madres del colegio que son psicólogas, hemos reflexionado sobre la educación emocional. En este post algunas de las ideas principales que han compartido con los asistentes. 

A los padres y madres de hoy nos educaron castrando nuestras emociones. Antes las emociones eran una debilidad. Era habitual escuchar frases como: “El brécol no te puede dar asco porque es bueno para la salud”, “No seas ñoño que te van a rechazar”, “No llores que es de cobardes o de niñas”… En nuestros tiempos la educación estaba basada en el conocimiento. Ahora vivimos en la educación del SER.

¿Cómo vamos a enseñar educación emocional a nuestros hijos si nosotros somos analfabetos emocionales? La educación emocional tiene que estar integrada en casa. Somos modelos de nuestros hijos. No se aprende lo que se dice, sino lo que se ama. Nuestros hijos nos aprenden.

Tendemos a describir lo que nos ha pasado pero no lo sentimos. Las emociones son sabiduría. Tenemos que saber identificar las emociones: el miedo, la timidez, la vergüenza…Tenemos que ser ejemplo y para eso tenemos que experimentar esas emociones delante de nuestros hijos. No podemos ocultarlas para evitar hacerles daño o para no parecer débiles ante ellos.

Hay que educar en la empatía, no en la tiranía. Y para esto tenemos que mostrarles nuestras emociones y explicárselas y no evitarlas para no crearles traumas.

Podemos enfadarnos y es la forma de enseñarles cómo reaccionar cuando te enfadas. Primero esperas a que se te pase el enfado. No actúas, porque tienes muchas posibilidades de empeorar la situación. Te das un tiempo y piensas: ¿por qué las cosas tienen que ser como yo las veo? ¿Hay otro punto de vista posible?

Podemos buscar juntos alternativas creativas con humor al mal comportamiento. Se sentirán más libres porque controlan sus vidas. Si solo les decimos “no se pega”, no les estamos dando herramientas. ¿Cuál es la alternativa a pegar?

No hay emociones buenas y malas. Todas son buenas porque nos ayudan a crecer, a construir, a crear alternativas y buscar soluciones.

El objetivo no puede ser siempre la felicidad. Si a nuestro hijo se le rompe la mochila, tiene derecho a enfadarse, a llorar… tiene que pasar el duelo. No podemos quitarle importancia o solucionarlo comprando otra.

Si se muere el pájaro, tenemos que decirle que se ha muerto. Y tiene derecho a llorar. Tiene que pasar el duelo. No podemos solucionarlo comprando otro.

Si no, ¿cómo esperamos que reacciones cuando muera un ser querido?

Para terminar, Raquel y María nos han recomendado leer con nuestro hijos el Emocionario

Educar en emociones es cuidar la salud mental.

¡Os esperamos en el próximo encuentro de la escuela de padres!

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